El Galaxy Z Flip es el primer móvil plegable en pasar por mis manos. Pero espero que no sea el ultimo.
Los problemas del Galaxy Fold no fueron motivos suficientes para detener a Samsung en su particular lucha por conseguir crear el primer smartphone plegable capaz de convencer a los escépticos y enamorar a los creyentes. Y, tras haber probado al fin la segunda edición de la familia de foldables de la surcoreana, he de decir que me alegra saber que Samsung no ha tirado la toalla.
¿Significa eso que el Galaxy Z Flip es el plegable definitivo? No, ni mucho menos. Como teléfono, no es superior que la gran mayoría de dispositivos de gama alta lanzados a lo largo de este año, incluyendo los más caros, lo cual hace que sea aún más difícil recomendar este dispositivo por encima de cualquier otro modelo. Pero como concepto, el Galaxy Z Flip es mucho más que un experimento, y sin duda un dispositivo al que conviene prestar atención.
¿Cómo es vivir con un móvil plegable?
El segundo efecto wow que produce el Samsung Galaxy Z Flip –el primero es el que causa el cargo de 1.500 euros en tu tarjeta de crédito– sucede nada más arrancar y abrir el dispositivo por primera vez. Pero, lejos de lo que pudiera parecer, este efecto no perdura demasiado en el tiempo. Y precisamente ese es uno de los méritos del Z Flip.
Aunque no lo parezca, es extremadamente sencillo habituarse a este formato, y bastan solo unas horas de uso para que el gesto de abrir y cerrar el teléfono resulte totalmente natural.
Parte de la culpa la tiene la nueva bisagra central que incorpora el dispositivo, más robusta y mejor preparada para evitar la incidencia de partículas de polvo u otros elementos en el interior del móvil que la del anterior Galaxy Fold. En ese sentido, Samsung parece haber encontrado un buen equilibrio entre sensación de robustez y facilidad para abrir el teléfono, si bien esto conlleva tener que ejercer algo más de fuerza para desplegar al completo la pantalla, y dificulta en cierta medida hacerlo con una sola mano.
De hecho, será mejor que utilices ambas manos si no quieres ver cómo tu flamante dispositivo de 1.500 euros cae al suelo, sobre todo porque, pese a esa sensación de robustez antes mencionada, la realidad es que se trata de un teléfono extremadamente frágil, y así nos lo hace saber Samsung durante la configuración inicial del teléfono, donde una pantalla nos da la bienvenida al terminal avisándonos sobre todos aquellos riesgos que deberíamos evitar si no queremos problemas.
Buena parte de los riesgos que se mencionan están, de algún modo, relacionados con la pantalla. Sí, Samsung ha logrado crear un cristal tan sumamente fino –30 micras de grosor, para ser exactos–, que puede doblarse sin romperse. Pero no será este cristal lo que vayas a tocar cuando abras el dispositivo: como en el Galaxy Fold, el panel de este Z Flip queda recubierto por una lámina de plástico, cuyo tacto es muy distinto al vidrio que encontrarás en cualquier otro teléfono.
Este plástico conlleva otras desventajas claras, como una mayor adherencia, que en última instancia se traduce en suciedad que se impregna con mayor facilidad, y sobre todo, una mayor susceptibilidad a ser dañado por golpes o arañazos que se quedarán marcados en la pantalla de manera permanente. Por suerte, Samsung es consciente de ello, y ofrece la posibilidad de reemplazar el panel en una ocasión a un precio relativamente reducido.
El uso de esta lámina de plástico también es culpable de la aparición de la famosa arruga en el centro de la pantalla. No es algo único del Z Flip: ya estaba presente en el Galaxy Fold, como también lo está en el Motorola RAZR, y lo seguirá estando hasta que los fabricantes encuentren la forma de librarse de ella. Sea como sea, está ahí, se puede ver a simple vista –sobre todo en fondos claros o cuando la pantalla no se encuentra justo en frente de tus ojos–, y la notarás si pasas el dedo por encima.
Más allá de eso, la pantalla es buena, como la gran mayoría de paneles que Samsung monta en sus móviles de gama media y alta. Hablamos de un panel AMOLED que ofrece un buen resultado en términos de niveles de brillo, ángulos de visión y reproducción de colores –si bien el modo de color por defecto los muestra demasiado saturados–. Únicamente se echa en falta una mayor tasa de refresco que iguale a la de otros modelos de primer nivel.
Un detalle que llama la atención es el hecho de que los márgenes que rodean la pantalla se encuentran ligeramente elevados. Su tamaño, sin ser tan reducido como en otros terminales, otorga al Z Flip una apariencia moderna cuando se encuentra totalmente abierto. No obstante, la elevación hace que en ocasiones, puedan llegar a interferir con la navegación por gestos o con otras acciones que requieran pasar el dedo por los bordes de la pantalla. Sea como sea, es totalmente comprensible que Samsung haya tomado esta decisión con el objetivo de cubrir los extremos de la lámina de plástico que protege el panel.
Apostar por este formato que emula los clásicos móviles “de tapa” también ha permitido a Samsung otorgar al dispositivo de una función que no encontraremos en ningún otro móvil del mercado. Se trata del llamado “Flex Mode”, que permite adaptar determinadas aplicaciones de modo que el contenido aparezca únicamente en la mitad superior o inferior de la pantalla, mientras el dispositivo se encuentra plegado en un ángulo de 90 grados.
La idea es buena, y la implementación resulta útil en aplicaciones como Google Duo, sobre todo ahora que buena parte del mundo pasa varias horas al día en videollamadas con otras personas; o en YouTube, siempre y cuando te conformes con ver tus vídeos favoritos en una pequeña ventana. El problema, es que solo unas cuantas aplicaciones están preparadas para funcionar con Flex Mode, incluso ahora, cuando ya va camino de cumplirse los tres meses desde el lanzamiento del móvil al mercado.
También hay sorpresa en el exterior, si bien como sucede con el modo “Flex”, no parece aprovecharse tan bien como cabría esperar. Y es que, como el Galaxy Fold, el Z Flip es un móvil que cuenta con dos pantallas: además de la principal, que queda protegida en el interior cuando el móvil no se está utilizando, encontramos otra mucho más pequeña en la parte exterior, junto a las cámaras.
El pequeño panel OLED de 1,1 pulgadas con resolución de 300 x 116 píxeles esconde varias funcionalidades: con un doble toque, mostrará la hora, la fecha y el estado de la batería, y si existen notificaciones, será posible visualizarlas deslizando hacia la derecha sobre el panel. Además, permanecerá iluminado en todo momento mientras el teléfono está cargando, para mostrarnos el estado de carga y otra información relevante. Por último, este pequeño panel actúa a modo de visor para la cámara, que permite al sujeto que está siendo fotografíado verse en la pantalla, lo cual puede ayudarle a encontrar una mejor pose… si es que es capaz de conseguir encuadrar la escena, una tarea no demasiado sencilla en una pantalla solo un poco mayor que la de una Xiaomi Mi Band 4.
Y lo cierto es que eso es todo. Desafortunadamente, la pantalla exterior del dispositivo apenas es configurable, y se echan en falta algunas funciones que permitan sacarle algo más de partido, como podría serlo un modo “Always On” que permita visualizar la hora o el estado del tiempo en la pequeña ventana exterior. En ese sentido, si bien es cierto que se trata de un panel de mayor tamaño, el Motorola RAZR ofrece una experiencia más completa, que realmente justifica la existencia de un panel en la parte exterior del teléfono.
Las cámaras del Galaxy Z Flip
Son muchos los detalles que hacen del Samsung Galaxy Z Flip un móvil especial y único. La cámara no es uno de ellos.
Su sistema fotográfico se aleja de lo que parece ser habitual en la gama alta de 2020: múltiples cámaras con distintas distancias focales que aspiran a ofrecer la mayor versatilidad posible. En su lugar, Samsung apuesta por un formato que recuerda más al del iPhone 11 de Apple, con un sensor principal al que acompaña un “ultra gran angular”.
Ambas cámaras tienen una resolución de 12 megapíxeles, pero difieren en la apertura, f/1.8 en la principal, y f/2.2 en la gran angular. Más allá de eso, encontramos un sistema de enfoque automático por detección de fase al que apoya la tecnología Dual Pixel, además de un estabilizador óptico integrado en el sensor principal.
Los resultados son los esperados. La gran mayoría de las mejoras que Samsung introdujo en los modelos de la serie Galaxy S20 en lo relativo al hardware no están presentes en este modelo, y por tanto nos encontramos con una experiencia que recuerda más a la de los Galaxy S10 del año pasado.
Lógicamente, es posible obtener buenas capturas cuando la escena acompaña y las condiciones de luz no son demasiado desafiantes. En algunos casos, de hecho, el nivel de detalle capturado se encuentra por encima de lo que se podría esperar de un sensor de 12 megapíxeles. No obstante, el software encargado de procesar las capturas hereda algunos de los defectos clásicos de los terminales de la compañía, principalmente el suavizado de rostros, la sobresaturación de los colores y la tendencia a levantar en exceso las sobras de las escenas con un alto rango dinámico, lo cual acaba traduciéndose en capturas que pecan de cierta falta de contraste.
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